lunes, 7 de marzo de 2011

DECIR NADA: NEVERMORE, NEVERMORE: LEOPOLDO MARÍA PANERO


El desencanto/ Jaime Chavarri






1. CRÓNICAS MARCIANAS

Un hombre habla a la oscuridad, siendo un sapo, siendo una larva que se hunde y repta por la hoja en blanco, un hombre que huye del sol, un poema, la ceniza que se cae lentamente sobre el suicidio, un loco que ladra y ladra a la oscuridad, más feroz de lo que el hombre puede. Leopoldo María Panero, sentado en las gradas del hospital, habla con sus dientes amarillos y enciende un cigarro que a esta altura del día debe ser el décimo. Dentro de su saco mantiene otras dos cajetillas para continuar, mira al entrevistador y abre la boca, la abre porque nunca la cierra, nomás para hablar, mastica. El Anticristo y la cábala, un tema comodín, también la infamia que ha sustituido la poesía o el engendro diabólico de Lewis Carrol o el Doctor Mabuse. Se contradice y contrarresta a distancia “Es la CIA” y guarda silencio. Un hombre es más que veinte libros, veintitantos libros herméticos, clasificados, subrayados, algunas veces digeridos. Para cada respuesta se inhibe, la cancela, entonces piensa en Blake “ Si el loco persevera en su locura se convierte en genio”, niega el desencanto más se sirve de él, entonces llega a simular su transformación,

“ Un loco me robó los poemas de Samuel Beckett” “quiero irme de aquí”.

No es fácil ser un poeta maldito durante todo el día. Despertarse e ir al baño, tirar del agua en el inodoro y creer en la inmundicia como una respuesta infinitesimal. ¿Qué quiere ser un poeta el resto del tiempo?: un reptil que se mueve dentro de la página en blanco. Panero es un enfermo, un enfermo que no cree en su curación porque los que están afuera son los locos, allí es Erasmo. Vive un delirio paranoico por el fin del mundo y vive para incluir a toda la tierra dentro de su delirio. Un hombre que es más de veinte libros yace muerto. La ley del escándalo propone que se debe hablar exclusivamente del abuso. El abuso resulta llevarse las palmas y el sujeto merece ser arrojado como excremento. Se ha olvidado a Panero porque lo dejaron en el manicomio, haciendo apariciones repentinas en Crónicas Marcianas, bebiendo Coca Cola como un monstruo y aplastando niños contra el piso como si fuesen cigarros que caen del hocico de un rey. El escritor – maldito sea su nombre-, contrario a la verdad, es tan sólo el oficioso ventrílocuo, el que escribe la condena de escribir: “No escribo porque estoy condenado, sino que estoy condenado porque escribo” desde la inexistencia. En la Divina Comedia, Dante da a la inexistencia la significación de testimonio de la eternidad: eternidad del dolor, eternidad de la espera y eternidad de la dicha. Pero todo en la escritura se reduce a la inexistencia de ese “Yo”. Panero habla de una “ficción del yo”, escupiendo su propio epitafio: Leopoldo María Panero (Madrid de 1948) hijo de Leopoldo Panero y Felicidad Blanc, hermano del también poeta Juan Luis Panero... Hablar del maldito resulta una trampa para el lector ávido de ofertas y lujos: “no usen mi torpe biografía (...) Estoy harto de los malditos, harto de ser loco, harto de ser Leopoldo María Panero”, concluye la cita

2.CINEMATOGRAFÍA

Jaime Chávarri fue el primer cineasta español interesado en el caso de la familia Panero,en la película El desencanto, de finales de los años setenta, ventila las profundas cisuras entre los hijos Leopoldo Panero poeta “oficial” del franquismo. Veinte años después, Ricardo Franco, rememorando aquella incendiaria decadencia en la familia española llevada hasta la exasperación por Chávarri, usa como excusa el paso del tiempo para filmar Después de tantos años, película gris, de rebotes expresionistas, que entre diálogos y entrevistas, voyeuriza a tres de aquellos muchachos hoy convertidos en parte del antisistema español “democrático” y bien pensante. Los hermanos Panero, Juan Luis y Leopoldo María, aparecen como el eje de las entrevistas. Por un lado Juan Luis, sentado frente a un ventanal, la cámara en plano general se desvía hacia el enorme árbol detrás del poeta, mientras éste habla y recita solemnemente su obra, el director -haciendo un guiño al espectador- deja caer una pregunta relacionada con Leopoldo María; no sin demostrar su enojo, Juan Luis responde que se siente más hermano de Octavio Paz, con quien ha compartido una larga y fructífera amistad, que con ese señor que en su frenopático cree ser la reencarnación de Baudelaire y el gran tabú de la literatura española. En la misma película, Leopoldo María recorre de un lado a otro los corredores de una de las varias instituciones donde ha permanecido; fuma constantemente, tiene voz avinagrada, mantiene la boca abierta, una chaqueta negra, ve la ventana tras la cual sólo pasan médicos y dice “ me he peleado con toda España y toda España me ha metido aquí, es como estar muerto” .

3. HUESOS BRILLANTES

“Las Damas de la Caridad se dedicaban a enjaular ruiseñores, para que dejarán de cantar, y una muerte lenta, y así hacerse collares con sus pequeños huesos brillantes.”
Así se fundó Carnaby Street (1970)


Sobrevivir a una muerte lenta, un ruiseñor, y una jaula, una inyección de estricnina. Diabólicos cuentos de hadas que se realizan sobre los dioses crueles de la infancia. Así se fundó Carnaby Street (1970) es una obra que pone a prueba al prodigio o el enfant défunt que formó parte de la antología Nueve novísimos poetas españoles de José María Castellet, por el año 1970. Sus dioses crueles han sobrevivido a varios acontecimientos externos: las protestas del 68, la muerte del Ché, la muerte de su padre, su intento de suicidio. Y con todos esos huesos brillantes erige un altar pop a las noveletas policiacas, a la televisión inglesa, al salvaje Oeste, a Gregorio Samsa, Peter Pan, Rolling Stones y una oscura lápida a su padre:


In Memoriam Leopoldo Panero Torbado, 1909-1962 La luz del día vence sobre la llama de los cirios.

Cada encabezado es luego desarrollado mediante narraciones truncas, antiprosas, declaraciones negras lanzadas al lector. La muerte y el encierro va de la mano de la sociedad “bien pensante” a la cual Panero escupe una poesía hermética, totalizadora del nunca más, eructos territoriales de la infancia; como en una linterna de sombras o una radio encendida en un cuarto a oscuras. La voz over de un mundo muerto. Carnaby Street se funda en el cadáver que renace y lo re-escribe en la página. La escritura es la herencia de los muertos, quien escribe se servirá del plagio, una falsificación que sabrá guardar en clave para ser o no ser descifrada por los vivos demasiado listos que pretenden construir sus propios collares con aquellos huesos brillantes.


4.WILLIAM WILSON

Ann Done: Undone, así da inicio al análisis metódico del vacío, la destrucción y la elaboración teórica de la locura. El hombre caído.

Tantas veces tus pasos he creído escuchar
William Wilson, tus pasos, detrás de mí, a lo largo de los
interminables Corredores
Desnudos como el Invierno
Como el invierno propicios a fantasmas y a Ecos,
Tantas veces, tantas veces tus pasos he creído escuchar
William Wilson, detrás de mí
En los interminables Corredores como la sombra del Castillo
a que éstos conducen (...)

Los pasos de un hombre vienen borrándose por los corredores, alguien cree escuchar, voltea, se enferma en la ventana. Son pasos que descienden o hacen descender a verdaderos espejos que no conducen a nada, ni existen. En el eco se persiguen las sombras hasta construir una cadena, la cadena de pasos a través del Corredor, porque sólo eso queda, es la penitencia por escucharse en los interminables pasillos de un castillo. El castillo es la fiebre y recorrerlo evita la Caída. William Wilson deja de existir Porque la única verdad es aquello que no es verdad (...) No es verdad William Wilson el demonio que lo salva de la ceniza es quien lo convierte en ceniza. La locura devora a W.W., la vida en ese instante es la página, como el placebo, la heroína, que conduce a carruajes vacíos en el crepúsculo. Viene borrándose y desesperadamente busca militar en el mundo y sólo alcanza a deshacerlo WILLIAM WILSON NO EXISTE.

El poema borra la mano que lo escribe, la vida real es la verdad en la mala literatura, allí la ficción en los pasos de William Wilson que lo siguen por los corredores, donde la fiebre es la vida real y donde los pasos se hacen cadenas para evitar la caída interminable. El primer Panero que coincide con Foucault engrosando los volúmenes de la historia de la locura y la psiquiatría como delirio, el segundo Panero que cita a Mallarmé con la poesía ultimista sin evocación, buscando la nada. Entre ambos Paneros se suspende el acto, escribir poesía, como en Hölderlin o Celan, el delirio se aprehende al acto de la escritura, sólo poéticamente habita el hombre en la tierra.

5. AMORES ANORMALES



“El acto del amor es lo más parecido
a un asesinato
En la cama, en su terror gozoso, se trata de borrar
el alma del que está/ hombre o mujer
debajo.
Por eso no miramos.
Eyacular es ensuciar el cuerpo
y penetrar es humillar con la
verga la
erección del otro yo.
Borrar o ser borrados, tanto da, pero
En un instante, irse
dejarlo
una vez más
entre tus labios”
(Necrofilia, El que no ve, 1980)

Amores “anormales” parecen instalarse en poemas sospechosamente escandalosos que recuerdan al Artaud que detrás de Le Momo preña el excremento de la vida con la radiografía del lenguaje. Panero dentro de todo este despojo surrealista, agita poemas memorables donde no inhibe su homosexualidad ni su lodosa interpretación del acto amatorio. Acaso no es en el amor donde se desterritorializa el narcisismo, se lava el crimen en la cópula y salta como un chorro de semen dentro del oscuro pasillo de la vida.
El poeta en esta ocasión habla por otro, el otro que posee, que domina; Panero reconoce en el sexo los matices de la supresión, la dominación, el tratar de borrar al que está abajo, penetrándolo, haciéndolo beber por la fuerza su semilla. Otras prácticas que caben dentro de las prácticas del loco son la coprofagía, coprofilia, golden shower (dejar caer orines sobre el cuerpo desnudo), sadismo, masoquismo e incesto: «y, no sé, a mí, en todo caso, lo que me gustaría es acostarme con mi pa... con mi madre, que es la negación del Edipo, porque el Edipo es una represión de lo que yo justamente tengo plenamente consciente y deseante» (El desencanto, 1976). La materialización del deseo se convierte en una recreación de la obra artística, prácticas que dentro del territorio de la anormalidad manifiestan un desahogo desencadenante de cambios dentro de la construcción social capitalista.

6. KLEINES KONZERT

Georg Trakl una cabeza dorada asediada por águilas, la imposibilidad de decir “nada” que
es distinto a decir nada. El último verso del poema “Pequeño Concierto” es al que recurre Panero para titular su libro “Narciso en el acorde último de las flautas”. Una obra de revancha. Si Eliot tenía razón, lo único que queda es valerse de la decadencia del lenguaje para reponer las fuerzas perdidas, re-escribiendo lo ya escrito, como si se repasase lentamente un tatuaje:

“Yo contemplaba, caído
mi cerebro
aplastado, pasto de serpientes, a
vena de las águilas,
pasto de serpientes
yo contemplaba mi cerebro para siempre aplastado
y mi madre reía, mi madre reía
viéndome hurgar con miedo en los despojos
de mi alma aún calientes
temblando siempre
como quien tiene miedo de saber que está muerto,
y llora, implora caridad a los vivos
para que no le escupan encima la palabra muerto. Vi digo
mi cerebro en el suelo licuándose, como un excremento
para las moscas. Y mi espíritu convertido en teatro
vacío, del que todo pensamiento ha desertado (...)
(Ma Mére, Narciso en el acorde último de las flautas, 1979)



7. APOCALIPSIS A POE


Sobre la ceniza del hombre sobrevuelan aves de rapiña: Se ha terminado la literatura y
sólo queda un libro por interpretar: el Apocalipsis –dice Panero. Agorero o no, hará falta el poeta en quien la poesía se ponga a graznar “Nevermore, nevermore” y hará falta también una piedra que le rompa el pico.


Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) hijo de Leopoldo Panero conocido poeta del franquismo. Hizo estudios en Filososofía y Letras, a partir del año 68 publica su primer libro “Por el Camino de Swan” al que le siguen, a la fecha, más de veinte obras; así mismo formó parte de la mítica antología de José María Castellet “Nueve novísimos poetas españoles. Su vida ha estado marcada por largos períodos de reclusión en hospitales psiquiátricos. Se dice que es el primer tabú de la literatura española.


Ciudad de Guatemala, noviembre 2002