viernes, 29 de agosto de 2008

FRIDAY I'M IN LOVE





"To see you in the middle of the night
You can never get enough
Enough of this stuff
It's Friday
I'm in love"

T.C.



Dedos grises abaten la luz que se descascara como si fuese lepra. Todas las gotas corren al océano. Hielo desde el viento sobre una fila de puertas. Habitaciones limpias con pantallas encendidas. Un viernes y cae arena gris. Cuerpos que ceden como castillos de cartas. Gusanos que devoran el fruto como a sí mismos. Cigarros que yacen aplastados como aviones sin piloto. Las cuatro esquinas del cielo. Ráfagas montadas sobre pequeños humanos que se embarran de óleo y abren los vientres del profeta para beber el agua de sus intestinos. Cielos de papel mojado. Y la esperanza es una casa siempre a punto de caerse. El sonido aeme de los frutos estallando en estas horas de cadáveres en taxi. Las avispas cruzan los cuerpos sobre lodo verde. Las voces se caen de los labios y el calor congela. Alarmas y círculos de polvo. Un festival de huesos fríos. Hierven las flores y el agua es vino desnudo. La pureza es amarga y las ideas oscurecen las ideas. El viernes es un teléfono negro, un perro, un milagro dañado, una coma. Los vasos están furiosos y sedientos.



jueves, 24 de julio de 2008

CUANDO EN LA FICCIÓN NO HAY CIENCIA



Señores de Marte. Queridos hombrecitos verdes.

No tengo gente a mi alrededor, todos se han ido y me dejaron en mi planeta. La Tierra. Camino todo el día en calles donde no hay nadie. Entro por las puertas de todas las casas. Las carreteras son líneas nada más, no pasan carros, no se ve una sola alma. Las tiendas han sido abandonadas. Los edificios son cadáveres de polvo. Todo está tan solo y es tan basto.
El mundo es enorme desde que se quedó sin gente.
Se fueron por la noche y no me dijeron nada. Construyeron sus naves en secreto. Me ocultaron muy bien su plan de abandonarme.
No tengo nada qué hacer si en esta soledad solamente quedaron las cosas.
Se llevaron todos los animales, algunos árboles, algunos libros, fotos.... Todo lo que alguna vez fue mi vida, viaja ahora por el espacio. Allí van mis padres, mi esposa, mi hijo; la señora que vende el pan, también mis compañeros de trabajo, todos mis vecinos.
Me dejaron sus monstruos. Una huella de combustible. El surco de nubes en el cielo. Invierno en tenazas. Dos langostas gigantes. El bebé Godzilla. Algunas lombrices de respiración brutal. Una máquina con tetas. Una catedral de cohetes.
Las calles se quedan poco a poco sin luces y la lluvia está encharcando en todos lados. Ya no es tarde, ya no puede ser tarde, ya nunca será temprano ni nunca volverá a ser nunca. Se acabaron las promesas. También las contradicciones. Se fugo la depresión con potentes turbinas. Solo queda tiempo inútil para invertirlo inútilmente.
Cada quien sabe que al dejarlo todo siempre se corre el peligro de estar muerto. Sin embargo no pareció importarles. Se lanzaron con arrebato hacia otro mundo, otro sitio que ni siquiera imaginaron. Están por todo el cielo. Ahora saben a ciencia cierta que la ciencia no es cierta. Se estarán riendo de tantas mentiras y de tanta lógica.
No existía la ciencia ficción, solo el miedo al futuro, este futuro solitario.
Cada locura imagina de distinto modo lo que vendrá. A veces son máquinas, a veces plantas, simios, niños, ancianos, antimateria, clones. Nadie se imagina la soledad.
Señores extraterrestres, ¿qué saben ellos? Yo puedo decirles lo que es quedarse en la vida, remota y perdida, de este satélite de la luna.
2000

viernes, 27 de junio de 2008

INOCENCIA




Los bomberos le echaron la chamarra encima, no recuerdo mayor cosa. Mi vieja me agarró del brazo, a pura verga quería que llorara por mi ruco. A mí me daba lo mismo verlo vivo o verlo allí, hecho mierda sobre la carretera. Mi carnal estaba jalado por esos días. Cuando mi centenaria le contó, dijo que “Ya era hora que se muriera ese hijo de puta”. Mi broder tenía razón. Mi viejo chingó durante años. Llegaba bien a talega a sacarnos de la cama a eso de las tres de la mañana y todo el tiempo andábamos con miedo. Una vez le pegó a mi ruca con la plancha. Cuando mi hermano se metió a salvarla, le quitó la plancha y le zampó una patada en el hocico a mi ruco; mi vieja de turbia lo que hizo fue llamar a la tira y mandar a mi carnal al bote.

Lo que no puedo negarle a ese viejo cerote era que mejor zapatero que él no había. Cabrón para eso. Cuando de chirís me ponía dis que a ayudarlo, me dí cuenta de que era pesado. Los chances se hacían bien o no se hacían. Antes que ese carro lo mandara al hoyo, estaba trabajando duro para poner un tallerón lujo. Me acuerdo que la primera vez que llegué bien loco a la casa —yo tenía unos doce años y mi viejo llevaba rato de muerto— entré en su tallercito y chillé. Casi lo podía ver sentado trabajando como animal, porque bretiava grueso, aunque se pusiera a moronga nunca dejaba de echar punta. El recuerdo me hizo mierda. Me puse la chumpa y como le hacía a la cacha salí a ver que onda.

Ese día vi a un chavo que pintaba de feria y lo hice bajado, después lo hice atravesado con un filero y lo deje boqueando sangre en la banqueta. Al bajarme el pedo sentí rabia por mis muladas. Pero de veras me sentí turbio.

La primera vez que caí al refor me hice compadre de un chavo. Nos poníamos a flexear cuando los tichers se descuidaban y nos escapábamos por la pared de atrás que daba a unas milpas. Cuando regresé, mi ruca me echó de la chante. Me dijo un montón de muladas que ya no me acuerdo. Total paré durmiendo en el parque. La tira nos llegaba a levantar a media noche y se llevaba a la güisas flexeras para cogérselas en las patrullas. Desde chirís mi vieja nos mandaba a talonear a mi carnal y a mí a la imprenta del hijueputa del Chema. El muy cerote nos tenía trabajando hasta que le roncaba la gana, pero con todo y eso me puse las pilas y sacaba los chances al chile. Se me quedó cómo se cortaba, se encuadernaba y toda esa paja. Eso fue antes de que jaláramos al norte con mi carnal.

Mi brother sabía cómo era que corría el agua, toda la casaca para llegar a la frontera sin coyote. Pero unos mierdas nos pusieron allí por Beiquers... o Bakers... no sé qué pisados. Mi hermano quería pasar un cacho de cois y cuando la migra le dio color, no nos la acabamos. Aquí hicieron un gran mate, que era narco y demás pajas. Salió en la tele, en la prensa, todo el mundo hablaba de él.

Mi hermano siempre fue pilas ¡qué trances se discutía! Una vez vaciaron una bodega él y otro su compadre. Ese día me llevó a libar. Ahora está jalado por homicidio, se quebró a dos tiras. Cuando se lo llevaron al Preventivo le metieron una gran verguiada como diez chontes y lo dejaron vomitando coágulos de sangre. Él me enseñó a no andar en maras “esos son huecos, todos los quesos hay que discutírselos uno solo” –dice.

Mi vieja hasta nos niega, le preguntan por nosotros y dice que estamos muertos; tiene vergüenza de decir que somos gruesos. Algún día me va a ver en un buen cherris y con buenas chivas y la voy a llegar a sacar del hoyo donde vive. ¡Si yo soy la neta! Lo que pasa es que hay que sacar el día, hay que ser chinche sino a uno le cae. A mí lo que me llega es andar de rollo. Si hubiera sido un bato de feria sería de esos engasados que van a la Universidad, pero ni así se les quita lo mula... nel, prefiero así, callejero, ahí está todo.

Hay un tira que tengo choteado. La vez pasada me sembró mota y me llevó jalado. Pura gana de chingar. Una granada le voy tirar a la pachuca. ¡Nel, si yo soy grueso!
Ayer soñé que estaba jalado. Ni Diosito lo quiera. Me prometí que cuando cumpla 19, voy a cuadrarme. Neta.


1996

(Este fue el primer cuento que escribí )

miércoles, 21 de mayo de 2008

VERDUGOS



Un hombre fue ejecutado en la guillotina, el verdugo colocó la cabeza desmembrada sobre una mesa; pero la multitud gritaba tan fuerte el nombre del condenado, que los ojos del decapitado se abrieron y comenzaron a moverse buscando a quienes lo pronunciaban.

Los verdugos entraban con guantes a la iglesia para no manchar la casa de Dios con sus manos desnudas. Cuentan de uno que, desde que un chorro de sangre de un inocente saltó y le mojó las palmas, no pudo dejar de frotarse las manos tratando de borrar aquel vestigio.

La voluntad del verdugo no puede ser comprada con nada; muchas fueron las mujeres que en el último momento se desnudaron y pusieron sus cuerpos jóvenes a sus pies, pero jamás lograron el perdón o el soborno.